Plastiquillos de tranchete: "Ko, ¿y dónde vamos a dormir hoy ko?"

sábado, 19 de mayo de 2007

"Ko, ¿y dónde vamos a dormir hoy ko?"

Aún recuerdo aquel viaje en autobús.
La inmensa maleta en la bodega y el acordeón en el pasillo, junto a mi asiento. La mochila arriba, bien apretada mientras mi zurrón, que pendula colgado de no tengo muy claro dónde, de pronto vibra. Es Raphael, que llama. Dicharachero y vivaz (o como dicen estas tortugas tan cachondas que tengo como amigas: "locaza"), en todo caso alegre ante las perspectivas madrileñas que se me aproximan, contesto la llamada. Sin embargo, el aparato de comunicación portable se me apaga por decisión unilateral suya. Me extraño porque nunca le había ocurrido semejante ataque de autoafirmación suicida. Iluso de mí, pienso que será un momento de debilidad y lo vuelvo a encender. Aún desconocía las peculiaridades mágicas de Madrid, villa singular con tendencia a hacer desaparecer calzones, platos y relojes de pulsera; además de producir toda clase de malfuncionamientos en teléfonos celulares (pregunten sino a Leonardo, o a Águeda... sobre Leonardo).
Tras 10 minutos, mi terminal de prepago tarda más en encender que el ordenador de Donnatello (Doble núcleo) mientras baja un capitulo de Lost, la tercera temporada de Bodies y los extras de Carnivale (1), consigo establecer contacto con la tortuga gacetil número 1.

-¿Qué? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuándo entramos en el piso? ¿Dónde nos vemos? ¿Y por qué no nos vemos cerca del piso?.
- Eh, esto, no P. ¿no te has enterado?
- No, ¿el qué?
- Esto, que no tenemos piso.
- Ah, pues no la verdad.
- Pues así estamos. Y en mi cuarto ya están durmiendo M. y A. Las estrellitas del techo se están despegando de los sudores nocturnos.
- No, pues allí no entro yo.
- No.
- Eso decía.
- ...
- ¿Qué hago?
- Llama a Borja.
- ¿Cuál? El que te apuesto lo que quieras que termina trabajando en el CQC.
- Sí, venga, de todos modos vente para casa y dejas aquí la maleta.

Cuelgo el dispositivo de relación oral y miro la carretera. Allí, detrás de esas montañas, está Madrid.
Pienso en dónde voy a meter el acordeón. Pienso que me está gustando Madrid.

Aún recuerdo llegar a casa de C.
Porque resulta que me había olvidado las llaves de la maleta en Sevilla. Y que no solo estoy en Madrid sin piso. También sin camisetas, sin cepillo de dientes y sin calzoncillos. Pero me dicen que peores cosas se han visto. Y yo, que soy un bendito iluso, me lo creo. Y salgo con C. a buscar al resto de individuos tortuguiles. Porque sí tengo algo de dinero. Y no nos lo vamos a gastar en ropa interior o un hostal. Sino en alcohol, que es buen sustitutivo de ambas necesidades ya no tan básicas.
Me llevan a un lugar llamado Nueva Visión. Pienso que me está gustando Madrid, de nuevo.

Aún recuerdo dormir en casa de Borja.
Y dedicarme a cocinar unas buenas lentejas para cuando él vuelva de trabajar. Y verme algún film de su inmensa videoteca en su gran televisor. O escuchar la radio a todo trapo a la hora de dormir. En su piso de 25 metros cuadrados. Y escuchar cómo sus ronquidos tapan a la radio. Y ganarle yo roncando poco después. Y un sábado limpiar el piso juntos. Porque empiezo a notar que ya llevo 15 días en su piso y se está agarrando un pequeño gran cabreo. Sólo que es el tipo más agradable del mundo y no dice nada.
Y todo se va a solucionar pronto porque me han dicho que igual nos vamos a un piso cerca de callao. Cerca de prostitutas y yonkis. Y pienso que me está gustando Madrid, cada vez más.

Y recuerdo los primeros días en Callao.
Y para que vosotros también los recodéis (o lo veáis por primera vez si no fuisteis afortunados en su momento), aquí una instantánea, verdadero motivo generador de este post:


El resto de muebles: M., A. y yo, sin competencia de ronquidos. C., que es más listo, aún tiene otro piso. T., que tiene más pecho, además, tiene novia.

Pienso que me va a joder irme de Madrid; aunque a veces me pongais un poco nervioso, queridas tortuguitas, sabéis que sólo es mi infantil e histérica forma de llamar la atención. Va a ser que teneis razón con lo de locaza.


1.
Sin embargo no baja capítulos de Bones porque esos los ven por la sexta Donnatello y Miguellangelo cuando no estamos los demás en casa, que el otro día volví de trabajar y los encontré intentando ocultar su oscuro vicio. "Ah, ¿pero es Bones? Pues no me había dado cuenta..." No, que va.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He de decir en nuestra defensa que no sabíamos que estábamos viendo bones. En cuanto apareció el rótulo de la serie ya era demasiado tarde. Estabamos a su merced.

Anónimo dijo...

Bo bo bones...

Anónimo dijo...

tu llegada fue un tanto accidentada, sí... parece que fue ayer cuando llegaste amigo. y ahora, dentro de unas semanas, te vuelves a ir... cómo pasa el tiempo. no vuelvas a olvidar las llaves de tu maleta, que Lima está a 8.000 kilómetros.

lo de Bones no tiene nombre... ni excusa!

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