
Ya lo presentí yo mismo el lunes por la noche.
-El ambiente está un poco enrarecido, ¿no? -comenté-.
Al día siguiente los periódicos hablaban de decenas de heridos y detenidos en Malasaña. Estaba claro.
Pues bien, ayer, después de una interminable sesión de sofá, gofre, cerveza y pitillos con Romaña, P. y C., después de ver "Ghost", del partido, de cenar... después de todo esto: decidimos salir. Creo que no nos apetecía a ninguno (a mí desde luego, no) pero bueno, son las fiestas del barrio. Primera parada, Nueva Visión. El Yoni nos recibió con una camiseta del Liverpool del 81 y mi amada camarera volvió a mostrame su intimidad al agacharse a por un vaso de chupito. El mundo todavía funciona.
Al salir de allí intentamos llegar a La Vaca Burda y Austera a través de la plaza del 2 de mayo, pero el paso estaba restringido. Yo dije que estabamos en lista...
-Sí, hola, soy M. Estamos en lista de Espe... -dije confiado al agente de la ley.
-A ver... -contestó el fornido hombretón- A ver... Sí, te veo... ¿M. más 2 no?...
-Sí.
-El problema es que son las 3.00, la lista ya no vale, creo que tendreis que dar la vuelta -nos comunicó.
-Bueno, señor agente, le entendemos. Usted sólo cumple con su deber. Así que nosotros cumpliremos con el nuestro y daremos la vuelta a la manzana para tirarle botellas como todo hijo de vecino.
-Así se habla muchacho. Si todos fueran como vosotros...
-Ya, ya...
Nos dió un Sugus a cada uno, pegó un par de tiros al aire, lanzó una bomba de humo y desapareció.
Conforme desahacíamos lo andado y girábamos a la derecha para llegar a la calle La Palma, el griterío aumentaba. No puedo imaginar la densidad de población que había ayer en dicha calle, pero estaría en torno a las 7personas/metro cuadrado. La situación era esta: se podía entrar a la calle desde la esquina del Penta, pero el otro extremo (digamos la esquina del Garage Sónico) estaba cerrado, y 30 metros más allá, una treintena de “maderos” mostraban sus armas. Fuimos hacía allí.
Queríamos ir a la Burda y Austera, casi en el epicentro de la acción. Avanzamos lentamente. Metro a metro, la gente se mostraba más radicalizada y, lo que al principio de la calle era un botellón, a mitad ya era un verdadero galimatías de cristales y gritos. La mayor parte de las chicas iban en la dirección contraria a la nuestra e intentaban abandonar esa “trampa mortal” (como se dice en el argot bélico). Por el camino se oían sentencias del tipo:
-“Putos maderos, mecagoendios...”
-“Hoy se las van a comer. Se las van a comer...”
-“El puto sistema, ese es el problema...”
Yo no entendía nada, la verdad. El único se sistema que conozco es el 4-4-2 y me parece bastante bueno. Yo sólo quería encontrar a una china con cerveza, pero parecían haberse evaporado.
Llegamos a la puerta del bar y, no sin dificultad, nos hacemos un hueco en el suelo y fumamos un poco. Compramos, finalmente, una birras. Tras charlar un rato de política, empieza a subir el tono de los gritos y las botellas ya vuelan sin criterio alguno. Nos levantamos. Dirijo la vista hacia “nuestro frente” y no dejo de ver en ningún momento menos de cuatro botellas de cristal en el aire que vuelan hacia la policía, que resguardada en los soportales, espera. Por supuesto, la mitad de esas botellas acaban en los balcones de los vecinos. Rompían sus ventanas y sus coches, pero de eso nadie se preocupa, claro. De pronto, la gente comienza a retroceder varios metros. Yo, por supuesto, hago lo mismo, ¡no te jode! La manifestación más radical en la que había estado hasta entonces fue por los Derechos de los Animales de Granja, yo qué sé. Y ahora aquí, luchando contra el “puto sistema” y los “putos maderos”.
-Nadaaa, tranquilos, que esto no es nadaaa... En el patio de mi colegio se liaba más gorda... –sentenció Romaña tras este primer aviso.
Lo miró. Primero pienso que es subnormal. Luego pienso que voy a hacerle caso, que soy un palomo cojo y que mi vida es una mierda. Siguiente aviso y la gente se empieza a poner nerviosa.
-La concha de tu madre, yo me quedo aquí. No tiró una piedra desde Perú en el 96 y tengo un mono de la hostia.
-Ya bueno, pero no te pases con ellos ¡eh! –le digo de broma...
¡Hostias broma!, le veo que se agacha y coge un ladrillo. Pasan unos minutos, la gente se crece. De pronto, a Romaña le cambia la cara.
-¡Ahora sí!
Mis piernas se activan de pronto. Me agacho y buscó un periódico y algo rojo. Encuentro La Razón y El País. Ya tengo algo rojo, sólo me falta un periódico. Digo esto porque a partir de ahí mi sensación fue la de correr Los Sanfermines. Una calle estrecha, los toros detrás y muchos tontos delante. Aquello era literalmente un río de gente. Sólo los islotes que proporcionaban los techos de los coches te podían salvar de ser arrastrado. Llegó un momento en el que hacíamos tope.
La verdad es que tenía miedo de caer o de que cualquiera cayera, porque entonces sí que se iba a montar. Por suerte, al estar tan apretujados, tus propios “camaradas” te mantenían en pie. Perdí la pista de Paco. A Romaña sí que lo veía de vez en cuando entre la multitud. Me ponía caras de Jack Black el muy idiota. Después de intimar con tres o cuatro jóvenes hombres y mujeres (inevitable al compartir con ellos tan apretado espacio), Romaña y yo nos echamos a un lado para esperar la llegada de Paco. Romaña se empieza a gustar...
-Mira M., aquí son todos maricones. Unos niñatos. Mira, llevo 20 años viviendo en Bilbao y frecuentando ambientes muchos más hostiles...
-Me imagino, sí...
-Es que aquí la gente no tiene huevos. Yo estaba en Romo en el 87 lanzando piedras y aquello sí que era una reyerta.
Siguió su “speech” con indicaciones de estrategia y conceptos logísticos que yo no entendía. Pero yo notaba que sabía: Romaña sabe de lo que habla, el muy cabrón. Al fondo, agarrado por dos punkies, aparece P.
-Paco, ¿dónde estabas? –a unos 50 metros siguen los disturbios.
-¡Carajo! Pues casi no me pegan ko... ¡Serán cojudos! Aguántame esto pisha. Maldita borroka...
Y el tío se queda tan ancho.
-Paco, cabrón, mírate lo de tus acentos porque haces unas mezclas que no hay quién te entienda.
Se acerca uno y nos ofrece pases gratis para el Nasty. Le decimos que si está loco. Y que se aparte que viene una pelota de goooooo... Pelotazo de goma al pobre hombre. En ese momento a todos los presentes (unos 30.000 entre radicales, heavies, sharps, punkies, pijos, maccas, rastas y demás pringaos) nos hacemos la misma pregunta... ¿DÓNDE COÑO SE HAN METIDO LOS CHINOS DE LAS CERVEZAS?
Como dotados de un extraño sentido para percibir el peligro, todos los amarillos de Malasaña habían desparecido y oían los disturbios desde sus literas. Esto trajo la consiguiente baja de moral entre las tropas indie/grunge del barrio. Y es que nos pueden quitar la libertad, pero la cerveza ya es demasiado.
En este momento hemos llegado hasta la encrucijada que forman la calle La Palma y la del Tupperware. El lugar es estratégico, por eso allí nos hicimos fuertes. Sobre todo Romaña, que ya se había hecho con los mandos...
-Tú, Rusty James, coge ese ladrillo y prepárate. Abdul, ese container, ¡Quémalo bien! Chustis, Rein, Bion: cruzad ese coche en medio de la calzada. ¡Pero ya!
Se acerca uno con la camiseta del Athletic de Bilbao.
-Joder Jefe, en Madrid uno se siente como en casa...
Romaña levanta la vista y mira al horizonte.
-Claro Gorka, aquí se siente el olor a plástico quemado, el crujir de una botella hecha pedazos... Bien hecho chicos, bien hecho...Estoy orgulloso de todos vosotros.
El tal Gorka se pira por patas ante la derrapada de Romaña. Yo le digo que sí, que el olor a plástico quemado es la hostia. Romaña respira tranquilo. De nuevo, los ánimos se caldean y las pelotas de goma empiezan a acercarse. Una pasa rápida entre nosotros. Se oye un grito.
-¡Au! Me dieron los cabrones con la pelotita... –gruñe P. mientras se rasca el brazo.
-No jodas... ¿Estas bien?
Paco no contesta y se limita a moverse como cuando te meas. Creo que le picaba el brazo A SACO. Romaña seguía haciendo de las suyas...
-¿Puedo apoyarme para mirar? –le preguntó un pobre diablo.
-¿Me has visto pinta de punto de apoyo o qué subnormal? ¡Vuelve ahora mismo a tu posición novato!
-Sí, perdón, mi sargento... sólo quería...
-Ja, ja, ja, ja... ¡Tranquilo muchacho! Sólo estaba bromeando. Claro que puedes apoyarte, en el frente todos debemos ayudar al prójimo. Mira, una vez, en Romo...
El joven recluta volvió a su sitio. Vuelvo a ver un movimiento extraño, y en dos segundos cae a mi lado un “ladrillo incendiario”. Así lo llamo yo porque era un ladrillo pero con fuego: ladrillo incendiario. Ahí me dije, ¡ojito! Y justo entonces, avalancha de gente. Miro a Romaña y me dice que recto, ¡que recto joder! Pero en ese momento, y como se de una película se tratase, caen junto a nosotros dos bombas de humo asesino. Se nota que esos cabrones van a por Romaña.
El humo era insoportable amigos, pero por mis adentros, en realidad, estaba gozando muchísimo. Pensé en coger las bombas de gas y arrojarlas lejos para salvar a mis compañeros, pero luego que pensé que mejor no. ¿Qué hice entonces? Pues sin más, hice el hortera, qué voy a hacer. Intenté seguir la trayectoria del cabecilla Romaña (convertido ya en un Robespierre para el barrio) y fui para Tribunal. Y ahora momentazo. Voy saliendo de la calle y del humo. Comienzo a distinguir figuras, pero son fosforitas, son maderos. Cabrones. Se acercan hacia mí. Estamos encerrados. Es el fin. Luego recapacito y me doy cuenta de que soy un flipao. Al primero le hago una bicicleta, al segundo le amago que me voy para el Madriz, Madriz pero me voy para el otro lado. Para el tercero me camufle en la niebla tóxica de nuevo, y me puse una sábana por encima. El resto os lo imaginais...
-¡M.! ¡M.! Gracias a Dios que estas bien... ¡He perdido a dos de mis hombres!
-Coño Romaña, que hace dos horas estábamos en mi casa fumando porros y medio inconscientes. No me digas ahora que has perdido a dos hombres...
-Comandante, venga con nosotros, le llevaremos a un lugar seguro –comenta a Romaña un jovencito con pasamontañas.
Romaña me mira con cara de Jack Black y le dice que no, que permanecerá aquí hasta el final y bla bla bla. Vuelve Paco, despeinadiiiiisimo, con las gafas de mediolao, y en general, hecho una piltrafa.
-He estado hablando con un poli pero no hemos llegado a ninguna conclusión.
-Normal, P., normal –le digo.
Nos choca las cinco el muy majo. Ahora la policía está a unos 50 metros pero ya no contamos con el laberíntico Malasaña, sino con la explanada de Tribunal y Fuencarral hacia abajo. La gente, de nuevo, se vuelve loca y comienza a preparar barricadas y lanzar botellas. Los “maderos” están pensando la maniobra, eso seguro.
Y aquí, entre embestida y embestida, llega el episodio que para mí resume la noche. Veo que un joven radical (como yo los llamo) levanta un ladrillo de cemento y se dispone a lanzarlo con toda la rabia juvenil que MTV nos ha dado. La emoción le sale por las orejas. Tanto, que no se da cuenta de que no hay un policía a 100 metros a la redonda y que semejante yunque no va a lanzarlo más allá de 10 metros. Lo que yo decía. Al grito de...
-¡Maderos hijos de puta!
...el muy desgraciado lanza el ladrillo. Me aparto a mí y a los míos y sigo la trayectoria del objeto, que, irremediamente, le cae en la cabeza a otro joven radical. En la cabeza, así. Le dio con una ladrillo enorme en la cabeza. Lo juro. El joven cae al suelo. Cuando sus amigos le preguntan qué ha pasado, el joven radical finge que nada, que no ha pasado nada. Su cara de dolor, sin embargo, lo decía todo. La violencia, qué cosas tiene, eh amigos.
Tercera embestida, ahora por Fuencarral. Los disturbios nos llevan hacia la Gran Vía, dirección a nuestra casa. Como me gusta Madrid, joder. Yo, curtido ya en mil batallas, me mantengo inmóvil y me rió de los que corren despavoridos, como hace Romaña. De pronto, lo veo pasar corriendo como una perra y me dice:
-¡Ojito M.!¡Que son los de negro!
Levanto el periscopio y veo a 40 yiyous vestidos de negro con una sed de venganza y unas ganas de matar que no me gustan un pelo. Mis piernas se activan de nuevo y comienzo a correr. La gente sigue con sus barricadas, sus botellas (vimos volar en torno a 4.562 botellas ayer noche) y sus ganas de bronca. Tras un par de miradas atrás para valorar la situación, Romaña da el alto y las 3.591 personas que corrían, paran en seco. Nos juntamos: Romi, P. y un servidor.
-Vamos a bajar tranquilamente, hablando.
-Ok.
-Lástima no haber traído una cámara, chicos...
-Ya...
Desde el mercado de Fuencarral bajamos andando y charlando hasta la Gran Vía. Hacía sólo dos horas que estábamos en casa fumando porros y bebiendo birra. Ahora, estábamos bajando por Fuencarral y en sólo 120 minutos, P. había lanzado 20 cóckteles molotov, 50 ladrillos y había roto dos escaparates. A Romaña le habían dado una Órden del Mérito Militar Euskaldun y había hecho 163 amigos. Amigos de verdad, ¡eh! Yo, por mi parte, había vivido una película. De hecho, había durado justo 2 horas, con explosiones, gases, disparos, fuego, intriga, suspense, humor, algo de ciencia-ficción y sobre todo, amor, mucho amor.